El primer alumno se levanta de su pupitre, me saca de mi ensimismamiento y hace que vuelva de nuevo al presente. Ya ha terminado el examen. Cojo el papel que me ofrece y seguidamente echo un vistazo al reloj. Si ya ha terminado será que queda poco tiempo para que finalice la hora, pienso. Pero no, son las 12:40, todavía tendré que esperar veinte minutos más. Continúo en mi silla, pensando. Vaya grupo…Este chico, por ejemplo, el que acaba de marcharse, ni siquiera sé qué hace aquí. Ya tiene 17 años, pero sigue acudiendo a las clases con relativa frecuencia y puntualidad. Tampoco es nada grave, los lunes nos cuestan a todos…pero no deja de llamar mi atención. Él llega, se sienta, a veces charla con los compañeros, otros días dibuja – realmente es un buen dibujante -, y mientras, a intervalos más o menos regulares, levanta la cabeza y me mira. No tengo claro si me escucha o si comprende lo que digo, aparentemente no, pero la realidad es que sus exámenes son muy buenos. ¿Cómo lo hará? Qu