Práctica 11: La Educación en 2030


Así pues, finalizo mi informe con una valoración positiva del profesor Carvajal. Le pongo un “me encanta” y un emoticono de sonrisa moderada. 

Firmado: Inspectora Urrutia

A continuación, procedo a relatar mi visualización de incógnito de la clase A39.

Martes, 25 de mayo del 2030. Tocaba clase de Cultivos. No llevaban ni 15 minutos cuando, de repente, el profesor Hernández se quedó en silencio y empezó a escupir chispas azuladas por los lagrimales. Los alumnos reían. Incluso lo celebraban. Entonces, Hernández volvió a hablar.   

—Yo he visto cosas que vosotros no creeríais: Atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto rayos C brillar en la osc

—¡Apagadlo ya por favor! No soporto cuando se ponen en modo reinicio. No sé a quién se le ocurrió semejante estupidez. Estoy harto de los robots —espetó Carlitos, alumno sentado en la última fila.



Apunte. No es el primer profesor robot que veo defectuoso. Creo que hay que enviar una reclamación al proveedor.

La clase se limitó a esperar a la profesora de guardia. Después de que se le avisara con un zumbido automático en el implante de su brazo izquierdo, Garrido se personó en el aula. Yo me disponía a cerrar sesión, sé que no tengo permiso para visualizar profesores humanos, pero algo me hizo permanecer activo.

Cuando Garrido hizo su entrada los alumnos estaban descontrolados. Unos jugaban con las plantas electrónicas, otros se habían conectado a un juego virtual por la entrada USB de la nuca.

—¡SILENCIO! —gritó Garrido.

Pero la clase no le hizo caso. Algunos estaban hartos de dar Botánica. Y así se lo comunicaron. Querían aprender Literatura. Querían saber Filosofía. Querían estudiar Arte. Querían leer a Faulkner. Pobres ilusos, pensé.

Garrido siguió el protocolo a la perfección. Les explicó que la sociedad no necesita ahora escritores. Tampoco filósofos. Y mucho menos, artistas. Que lo de las inteligencias múltiples daba ya un poco igual. Que, si no querían seguir comiendo exclusivamente quinoa durante el resto de sus vidas, era necesario encontrar nuevos cultivos. Que ellos eran la última esperanza. Que ya no nacen bebés. Que hay que salvar el planeta. Que hay que buscar un futuro para la humanidad. Etcétera.

—¡Yo no quiero ser granjero! —suplicó Timmy.

—Lo siento Timmy, serás granjero. Y serás un granjero excelente. Como tu padre.

—Bueeeeeno.

Finalmente, Garrido reparó a Hernández y continuaron con la clase de electrocultivos. Aunque casi todos los alumnos miraban a través de la ventana los gigantescos carteles tridimensionales de Coca-Cola.

Así pues, concluyo mi informe con una valoración incompleta del profesor Hernández. Necesita revisión urgente. Por otro lado, a Garrido le pongo un “me gusta” y tres símbolos de aplauso.

Firmado: Inspectora Urrutia

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