La escuela del futuro
Un 20 de septiembre de 2018 estaba caminando por la calle en busca de trabajo como docente en educación secundaria y un señor plantado en la salida del tram que da al mercado central de Alicante me dio un folio que ponía “se necesita gente para realizar tareas del futuro”. No dudé en preguntarle qué tipo de cargos se requerían y el señor me contestó que si estaba interesada iba a realizar la labor sobre la que estaba cualificada, pero en la sociedad del futuro.
De este modo, le dije que era profesora de lengua y literatura y que estaba dispuesta a viajar al futuro para enseñar todo lo que había aprendido después de realizar la carrera y el máster.
En este sentido, en septiembre inicié mi viaje hacia el futuro y me di cuenta de la gran cantidad de cambios que se habían producido en el sector de la educación. Las clases disponían de mejores ordenadores, pizarras electrónicas, bibliotecas, aulas y espacios deportivos.
Además, la gran cantidad de los cursos se realizaban de forma mayoritariamente online. Los horarios de las clases eran de jornada continua, por lo que los más pequeños de la casa tenían las tardes libres. En algunas ocasiones se realizaron actividades de escape room y flipped classroom. Esta última consiste en que los estudiantes preparan por su cuenta las clases y hacen una exposición en el aula, mientras el profesor realiza una labor de acompañamiento. En lo que respecta al profesorado, este era joven e interesado en los estudiantes, puesto que realizaban lecciones mediante el uso de una tecnología y actividades originales con las que el alumnado parecía disfrutar. Del mismo modo, es interesante señalar como el currículum en el futuro no era tan importante, debido a que los profesores tenían más libertad a la hora de impartir las clases. Por esa razón, las clases eran más dinámicas y menos teóricas.
Finalmente, tras este primer día de docencia pensé que, quizás, esa educación presente en mi sueño no estaba tan lejos y, que estaba en mi mano y en la de las nuevas generaciones hacerla posible.
Cristina Rico Artiaga
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